martes, 19 de febrero de 2013

Face to face





Se conocieron por Facebook. Se añadieron como amigos tras descubrir que tenían 22 personas en común. Es cierto que nunca se habían visto, y que a ella le salían 19, pero no eran particularmente selectivos y a él le agradó la imagen de manga en su foto de perfil.
Se dieron cuenta de su compatibilidad a medida que intercambiaron likes en todas sus publicaciones.
Ella amooooó su forma de pensar y sus posts de armonía entre todos los seres vivos, recuerdan sus amigas. Y la música… ¡justo lo que le gustaba!
El le confesó a sus cuates que le latían sus campañas contra la crueldad hacia los animales, los antros que frecuentaba y los chistes… además de verse sexy en las fotos.
Pasaron de los likes al chat, compartieron links, fotos y videos favoritos. Aquello fue perfecto: amor a primera vista o mejor, amor por base de datos.
No sorprendió que la pareja declarara su intención de reunirse, en persona, físicamente, cara a cara; hacian falta imágenes en donde pudieran etiquetarse juntos. Crearon un evento en uno de sus lugares favoritos y recibieron más de 40 likes en menos de dos horas.
¿Qué pasó? Fue necesario armar las versiones de unos cinco o seis muros para dar con la verdad, porque ninguno de los confirmados fue: sólo los convocantes.
Sabemos que a ella no le latió mucho que él no se ofreciera a llevarla, “¡como si la gente llegara a la Condesa de un click!”
Hay consenso en que estuvieron conformes con lo que vieron en la vida real. Las fotos no estaban photoshopeadas ni viejas.
Sin embargo, él llegó de muy mal humor por culpa del tráfico. La manera en que le gritó al valet parking no pareció muy acorde con la armonía universal. Posteriormente se quejaría por ahí de que ella no articuló palabra la primera media hora, mientras él se tropezaba con temas como el tráfico (por supuesto), el clima y el desaseo del lugar, palabras que quedaron como las bíblicas semillas sobre las piedras.
Ella contó que su plática al principio fue demasiado tonta y superficial, que para eso prefería a sus amigas. Pero tampoco le vino nada interesante a la mente: detrás de su nerviosa sonrisa había una despiadada búsqueda de algo original, agudo, sarcástico, trendy, cool o de perdida amable qué decir.
Dicen que pretextando algo, él sacó su teléfono y dio rápidamente con un chiste recién posteado. Rieron de buena gana mientras ella recordaba algo muy bueno que vio en su muro y sacó su lindo aparato forrado en rosa.
El resto de la velada transcurrió gracias a esa navegación en relevos. La inquietud regresó al final: se despidieron nerviosamente, al tiempo que se miraban con cierta ansiedad. Nada llegó. Se dieron un beso al aire y caminaron hacia el estacionamiento: Ella no estaba segura de dónde había dejado su coche; él se dio media vuelta.
Hoy siguen siendo amigos, de los mejores. Pero nunca intentaron volverse a ver. Ella es novia de un ingeniero industrial que va y viene de Monterrey. El sale con una maestra de inglés que pronuncia muy bien los nombres de las canciones. Obviamente, sus parejas no están admitidas en su Face.

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