lunes, 1 de marzo de 2010

Quién quiere otro aeropuerto



¿Quién necesita un aeropuerto en Playa del Carmen? ¿Quién lo quiere? Absolutamente nadie… y nadie es nadie.

Pero claro, están lo que van a hacer negocio, empezando por el gobernador saliente, que logró vender el proyecto (¿y los terrenos?) al gobierno federal:
Porqué no arrasar varios kilómetros cuadrados de selva, porqué no llevar la contaminación por combustión de turbosina al corazón que alimenta de agua al río, que es el mangle, que es el arrecife, porqué no llevar el ruido de las turbinas a la selva, para ahorrarle 30 minutos en coche al viajero que en Playa del Carmen busca exactamente lo contrario: silencio, naturaleza, verde selva y verde arrecife.
Gran negocio que ha quedado entorpecido gracias a otro asunto financiero. Asur, el grupo de aeropuertos privatizado directamente al mercado bursátil el sexenio pasado, el que ahora es propiedad mayoritaria de Fernando Chico Pardo, excolaborador de Carlos Slim, el Grupo cuyo ingreso depende casi al 60% de Cancún, ha señalado que de ser necesario participaría en la licitación, pero que el proyecto, en concreto, sería absolutamente innecesario.

El proyecto original de Asur era un tren eléctrico, más que suficiente, aún en tiempos de temporada alta. Máxime cuando frente a Playa del Carmen existe… ¡otro aeropuerto! La isla de Cozumel, que no está más que a media de hora en (caro) transbordador y cuyas luces se ven desde la playa con marea baja.

Más aún cuando a un par de horas se encuentra el aeropuerto de Chetumal. Todo el sistema le corresponde Asur, que también administra los puertos aéreos en Yucatán, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Veracruz y Guerrero (excepto el de Tuxtla Gutiérrez, porque ese monstruo salido de los negocios de un gobernador del pasado nadie lo quiere).

Tres aeropuertos para Quintana Roo son más que suficientes, lo sabe una empresa privada que vive del ingreso por pasajero, a la que corresponde estimar aforos presentes y pasados y realizar inversiones en consecuencia. La misma que recién abrió una pista más en Cancún, por unos $916 millones de pesos, y que convirtió a este puerto en el primero en México con tal capacidad, que ya quisiera la capital del país.

Obvio, lo invertido es también un importante aliciente para que Asur no vea con simpatía otro aeropuerto en Playa del Carmen, aún cuando llevaría mano en la licitación y podría quedarse en su grupo. Se trata de eficiencias.

Qué oportunidad para el mundo corporativo de ser el bueno del cuento, por una vez. De volverse el maya bueno, el que protege a la selva, al río, al cenote, al mangle, que son el arrecife.

Pero si no son ellos, a su lado se levantan otras voces, no sólo las de los ecologistas de siempre, que sobre ellos se han levantado muchos prejuicios. La gente misma, que ve cómo sigue llegando gente, que se ve aventada de casitas más o menos cerca de la costa a uniformes y aburridos desarrollos de vivienda, pequeñitos, ínfimos, quién sabe si construidos adecuadamente para este clima, esta humedad, pero eso sí, adecuadamente lejos de la zona bonita, donde están las casas grandes, los hoteles, los turistas ya sea gringos en bermuda, huaraches y camiseta, devorando cerveza, o italianas en vestido negro y tacón de aguja disfrutando un vinito tinto.

La gente misma se da cuenta de cómo los grandes paisajes verdes se van perdiendo, primero en la agitada Cancún, ahora en Playa del Carmen, de cómo de repente los huracanes pegan más en algunas zonas, y se llevan las playas que, pues, no se habían movido en mucho tiempo.

Y están los que saben. Los que hablan de desarrollos y poblaciones sustentables, los que tratan de estimar qué le va a pasar al subsuelo con tanta gente haciendo lo que hace la gente, si no es posible resguardar los residuos en fosas sépticas y tirarlos al mar tampoco, y meterlos a un cohete y lanzarlos al espacio es sumamente caro.

Están también los que administran modestos negocios de exploración para los turistas que no se quedan en la playa, de manera que, contaminando lo menos posible le dejen dinero a los ejidatarios de la zona, para que no vendan a desarrolladores de clubes de vacaciones, de centros comerciales, de vivienda de interés social, de parques acuáticos, como valientes voluntarios poniendo el dedo en la grieta de la presa.

¿Hay un desarrollo sustentable para Quintana Roo? Como pocos lugares en el país, es una zona de futuro más que de pasado. Su población no es excesiva, todavía hay más árboles que gente, no tiene que atender tanta miseria y hambre como algunos de sus vecinos. Puede optar por ser el gran pulmón, parque nacional, zona de turismo controlado, suficiente para sus habitantes nuevos y antiguos. Un lugar bello, protegido y por lo mismo digno de visitarse, de pasadita y luego no te quito más tu tiempo, ya te puedes ir…

O puede continuar su camino, atraer dizque divisas e inversiones para el país a donde no se necesita y generar empleo para atraer más gente que pueda quedar desempleada en el futuro. Puede jugar al maya malo y terminar con la selva, que es el río, que es el cenote, que es el manglar, que es el arrecife. Puede echar todo a perder y enriquecer a unos cuantos en el camino.

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